lunes, 9 de junio de 2008

NUEVE DÍAS, NUEVE NOCHES

nueve ideas se agolparon en su occipital, demasiada presión y poco espacio. En su rostro dos persianas y una bóveda, no conseguía ver más allá de las penumbras, se dejó llevar y rozó con el dedo rebosante de curiosidad. Estaban rígidas y entornadas y de fondo un zumbido, aquello era lo más parecido a un ronquido o eso quiso creer, por lo menos el contexto de aquel cuerpo entumecido tumbado era lo que gritaba a los cuatro vientos.
Y seguía allí después de dos días, ya eran tan solo cinco ideas y cuatro preguntas las que empezaban a retorcerse de impaciencia entre sus sienes.
- ¿ realmente duerme?
- ¿ puede oirme?
- ¿ puede verme?
- ¿ tendrá frio?, esta última era tan estúpida como reveladora de un mínimo de interés por el bienestar ajeno....menudo interés, al tecer día aumentaba su curiosidad versus su preocupación y continuaba limitándose a la simple observación paciente, como si al mirar transmitiese no se qué poderes, pensó, que tan solo le faltaba pronunciar la contundente frase:
- " levantate y anda" y el clon de Lázaro, siguio entre su zumbido sistemático y la catonia cada vez menos disimulada, si es que alguna vez lo había pretendido.
El cuarto día, después de su análisis visual concienzudo en busca de las siete diferencias, notó como una fibra blanquinosa empezaba a recubrir su cuerpo, cambió de nuevo una idea por una pregunta:
- ¿ este tio es pariente de spiderman?
Se enorgullecia de no perder el sentido del humor, tildado de corrosivo, ni en la más inverosimil de las situaciones. Al quinto día volvió a malgastar una idea por una pregunta, y se acercó a olerlo, se preguntaba hace ya horas si desprendia algún fétido olor, a pesar de que en la habitación no se detectaba nada....de ahí su curiosidad, la gente huele y más después de cinco días, incluso spiderman.
Seis, ya no se le vé, siete, definitivamente es una crisálida surgida por generación espontánea sin duda, se acercó a donde recordaba haber visto por última vez su oido y le gritó " ¿sigues ahí?", ni el puto eco de sus palabras bañanas de desesperación contestó. El octavo, pasó sin pena ni gloria, se le habían acostumbrado los sentidos al espectáculo diario y se preguntó:
- ¿ qué coño hago yo aquí, me aburro?
Al noveno la presión de su occipital había descendido bruscamente, ya solo una idea le escocía el bulbo. Mientras contemplaba la crisálida y la normalidad que había generado, solo se repetía:
- He de dejar a este capullo.

Pd: no contemos las ideas, deben ser fuente inagotable de nuevos horizontes.
Pd2: ( pa ser mi primer relato, sí, lo sé, me ha quedao como el culo, pero debía publicarlo)